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sábado, 8 de octubre de 2011

¿VIVIMOS LA REALIDAD? (I)


Es frecuente oír reproches como éste: "Tú no vives con los pies en la tierra, vives en las nubes, no estás en el mundo real..."
Normalmente estos reproches suelen hacerse a aquellas personas idealistas, imaginativas, que sueñan con un mundo distinto de lo que es y viven ajenos a la dura experiencia de los hechos diarios.
Los que así hablan se glorian de que ellos se fundamentan en los hechos de la experiencia real. Lo otro, es decir, pensar en otra clase de mundo es para ellos algo irreal.
En las ciencias, algo se acepta como verdadero cuando está comprobado a través de un método científico, es decir, cuando una verdad está corroborada repetidamente por la experiencia bajo unas ciertas normas rigurosas en la experimentación.
Ahora bien, ¿de qué clase es o qué categoría tiene esa experiencia?
Tanto en las ciencias como en la vida común suele valorarse únicamente la experiencia de aquello que es comprobable a través de los sentidos externos de la vista, del tacto... o de instrumentos muy sensibles en los que quede "visible" alguna señal perceptible por los sentidos externos.
De esta manera resulta que, tanto en las ciencias como en el uso común vulgar diario, se considera verdaderamente real aquello que es experimentable o perceptible por los sentidos. Lo demás, es o se llama ideal, meramente subjetivo, imaginado...
Así, pues, a todos los hechos o fenómenos internos, no comprobables por los sentidos externos se les niega toda realidad o se les pone en entredicho.
Pero ocurre que se miden por el mismo rasero, o lo que es lo mismo se valoran por igual tanto los fenómenos mentales, imaginarios, ideales... como los fenómenos y experiencias internas y profundas, las que podemos llamar experiencias místicas pero entendidas en el sentido más exacto y amplio y no en un sentido vulgar, inexacto ni tampoco exclusivamente religioso.
Estas experiencias profundas e íntimas del Ser, evidentemente son de naturaleza muy distinta de las experiencias científicas y sensibles.


Así, pues, podemos señalar tres clases de experiencias: las que se basan y se comprueban a través de los sentidos externos, las mentales, consideradas como subjetivas y propias de los sentidos internos y las experiencias místicas, las más íntimas, en las que no intervienen los sentidos, ni siquiera los internos. Son vivencias del "yo" central, de la conciencia profunda. Ahí no hay sentidos ni mente. En la experiencia mística, el "Yo" central vive y experimenta la plenitud del Ser, de Dios, sin los mecanismos sensoriales o mentales. En estas experiencias no hay pruebas directas externas. Frente a ellas caben diversas actitudes: desde la total negación hasta el deseo de vivenciación y experimentación. Las experiencias místicas no se dan en una clase concreta de personas ni en una determinada religión. Más aún, en Oriente han existido y existen numerosos místicos que no pertenecen a ninguna religión. Ni siquiera al Budismo. Tales personas han llegado a vivir la Unidad con el Ser Absoluto, con Dios, sin referencia alguna a conceptos religiosos, ritos o cultos, sino sólo por la comprensión del Ser en sí mismo.
Cualquiera que con un sano sentido objetivo vea y observe la vida y sabiduría de estos místicos, más allá de toda ciencia y filosofía, comprenderá que toda esa profundidad de saber y esa serenidad y paz inalterable no son fruto de algo sensible o limitado.
Y no es solamente en Oriente donde se dan las experiencias místicas. A veces puede parecer que estos hechos extraordinarios tengan que darse lejos de nosotros. Y no es así. Entre nosotros, en todos los países existen tales personas tanto pertenecientes como no pertenecientes a alguna religión. No son las religiones el único camino hacia la experiencia mística.
La única condición para tales experiencias es una apertura o disponibilidad interior de la persona para que ESO, El Ser, Dios, se haga presente. El modo y circunstancias en que esto ocurre es muy diverso. Este es un tema para otro momento.
Tanto para los científicos como para la gente común que suele regirse únicamente por los sentidos y el mundo sensible, todas estas vivencias y experiencias místicas, todo este mundo de la conciencia (no de la mente) es algo lejano, incomprensible e irreal.


Es curioso observar que ciertas personas, aparentemente muy religiosas y creyentes, admiten "teóricamente", como una creencia más, estas experiencias de ciertos santos. Pero es una creencia diluida. Incluso da la impresión de que "creen" para quedarse satisfechos con "su fe", para dejar tranquila su conciencia. Pero en el fondo y en la práctica, su actitud es de incredulidad.
Así, pues, es un hecho que para la mayor parte de las personas que se rigen por los sentidos y por la lógica racional de lo sensible y perceptible, todo el conjunto de experiencias internas de la conciencia, es irreal. Para ellos únicamente tiene realidad lo que se palpa, lo que se ve, lo que se experimenta a través de los sentidos externos.
Para los místicos, en cambio, y para los maestros de la vida interior, tanto orientales como occidentales, para todos aquellas que han experimentado y vivenciado lo que es el Ser, La Realidad Única, Dios, todo lo que no es esa Realidad, es puramente ilusorio e irreal.
Todo aquello que existe pero es cambiante, transitorio, impermanente, mudable, no tiene verdadera y auténtica realidad. Todo lo que vemos en esos seres es la expresión aparente de Lo Real. Lo Real de verdad no es visible. Son visibles las formas con que se expresa y manifiesta. Esas formas es lo que vemos. Esas formas es lo que suele considerarse comúnmente como real. Son infinitamente variadas. Abarcan todo el Universo visible.
Este mundo sensible que es considerado por la mayoría de las personas como real, como lo único real, para los místicos tiene una muy relativa realidad. Es ilusorio.
La razón por la que el mundo sensible es ilusorio se basa en que todo lo material, lo sensible, está en todo momento en un constante cambio. Su existencia es tan inestable e impermanente que nunca podemos saber nada seguro y cierto sobre ello.
Además, todos los seres visibles tienen como base y fundamento de su existencia al Ser. Los filósofos lo llaman también la esencia. Las formas de las cosas visibles no pueden existir sin El Ser que las sustenta. Los teólogos hablan de la omnipresencia de Dios en todas las cosas. Los filósofos de la esencia que sustenta a todo ser existente.
Aparte de otras consideraciones, lo cierto es que lo real ha de tener una consistencia fija, permanente, ha de ser siempre idéntico a Sí mismo, cosa que no ocurre con las formas visibles de los seres materiales.
Así pues tenemos dos posiciones totalmente distintas y opuestas con respecto a La Realidad, a lo que es Real.
Por una parte para los científicos y también para el hombre de la calle, únicamente es real lo que es palpable, lo que se comprueba con la experiencia sensible. Lo demás, los fenómenos internos y de un modo especial los místicos serán irreales. A lo máximo se las llama "subjetivos" como una pura creación del sujeto.
Por el contrario, para el místico, para quien ha experimentado, vivenciado El Ser, o Dios, en su "Yo" central, ESO, El Ser, Dios, es la ÚNICA Realidad. Es El Ser que siempre ha sido, ES y será siempre idéntico a Sí mismo. Todo lo demás, el mundo visible, solamente son formas infinitamente variadas de expresarse El Ser, Dios. Esas formas no tienen realidad en sí mismas. Solamente son apariencias cambiantes de La verdadera Realidad que en Sí misma no varía. Sólo varía la forma de manifestarse.
Nosotros en lo más íntimo de nosotros mismos SOMOS el Ser, somos ESO. Somos Dios, somos Uno con El Ser, Uno con Dios. Y ese Ser se expresa y manifiesta en nosotros a través de nuestras respectivas personalidades.
(sigue en: ¿Vivimos la realidad? II)


Darío Lostado
(Hacia La Verdad De Ti Mismo)


1 comentario:

  1. Cada vez creo más que la realidad la creamos nosotros con el pensamiento.

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