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miércoles, 14 de abril de 2010

AMOR VERDADERO


AQUELLA CHICA RUBIA DE OJOS AZULES


Juancho venía eufórico, contento, dicharachero.
Alfredo que estaba ensimismado, estudiando esos complicados enredos casi inútiles de estadística, vio a Juancho irrumpir en su habitación como potro desbocado que salta al campo soleado después de una semana lluviosa de cautiverio.
Nunca se le había visto a Juancho con esos ojos brillantes de ilusión y ese aspecto de jovial vitalidad.

-¿Qué te pasa? ¿Te has sacado la quiniela o la lotería? ¿O te han dado el premio Nóbel?

-¡Qué premio Nobel ni tonterías! Mucho mejor. ¡Qué ojazos! ¡Qué ojazos azules! ¡Y qué pelo! ¡Qué pelo rubio, largo, sedoso...! repetía Juancho moviéndose inquieto de un lado a otro de la habitación para quedar arrobado como estatua en éxtasis.

Alfredo no entendía nada. Juancho era un muchacho serio, casi triste. (¿Por qué suelen estar tan cerca seriedad y tristeza?).
Pero Juancho venía cambiado.

-Me he enamorado, Alfredo, me he enamorado.

-¡Ah! ¿Si? ¿De quién?

-De unos ojos azules y un pelo rubio.

-¡Ah, ya! ¿Cómo se llama?

-¿Qué?

-Que cómo se llama ella...

-¡Ah...! Pues... no sé. Marisa creo. O Felisa, o Melisa. No sé.

-Y ¿qué es, cómo es... quién es ella?

-No sé. Sólo sé que tiene unos ojos azules, grandes hermosos y un pelo rubio, suave como nadie en el mundo.

-¡Ah, ya!. La gata rubia de ojos claros que tiene la vecina de enfrente.

-No te hagas el gracioso no lo tomes a broma.

-Hasta ahora lo único que sé es que te has enamorado de unos ojos azules y un pelo rubio. De un color azul y un color rubio. Pero de nada más. Lo que has visto de amable y adorable ha sido el color de los ojos y el color del pelo. Claro, es natural. Estudias Bellas Artes. No estás enamorado de una persona, Juancho, sino de unos colores. Convéncete.

-Sí. Pero detrás de esos ojos azules y debajo de ese pelo rubio hay una muchacha estupenda, tierna cariñosa, suave, dulce, inteligente...

-Y diosa ¿no? Todo eso es fruto de tu imaginación calenturienta por la impresión del color y las formas. No quiero darte lecciones ni ser aguafiestas de tu iluso enamoramiento. Las apariencias, el aspecto físico de las personas son formas que van y vienen. Además, ¿estás seguro que es rubia? ¿no será teñida? Bueno, sea como sea tú te has enamorado de un color.

-Cómo se ve que tú no te has enamorado como yo.

-Desde luego que como tú no. Porque tú ahora no estás enamorado. Estás impresionado, embobalicado.


Los dos amigos siguieron en sus razonamientos y discusiones. ¿Quién puede hacer ver, a uno que está ciego por una emoción?
Alfredo no logró convencer a su amigo Juancho que lo suyo había sido sólo un flechazo superficial de unos colores y de unas formas. Pero no amor. Al menos, tal como aparecía.
No sé que ocurrió después con Juancho y su enamoramiento.
Tampoco importa demasiado.
Lo que sí interesa es ver cómo tantas veces el encandilamiento por unas formas o colores atractivos sustituye, suplanta o usurpa el lugar que le corresponde al amor verdadero.
El encandilado cree estar enamorado.
Nadie le puede convencer de lo contrario.
El tiempo y los hechos de la vida se encargarán de demostrárselo.
Las formas provocan gusto. El fondo engendra amor. Ningún gusto o arrobamiento por las formas es duradero, permanente y plenamente satisfactorio.
El amor verdadero es duradero, permanente y eterno como la fuente y la causa que lo engendran.
La mayoría de las personas se contentan con los encandilamientos, las satisfacciones momentáneas y los juegos fugaces de las ilusiones.
Los sensatos y sabios buscan incesante y sinceramente la verdad del amor y el amor de verdad donde y en lo que únicamente se puede encontrar. No está el valor de la perla en la concha de la ostra que la contiene, ni en el de la joya, en el estuche por bello que parezca.
La vida moderna de nuestros días es una carrera loca y desesperada por lucir por fuera.
La mayoría de las personas desconocen la hermosura de su interior.
Al desconocer lo que son, pasan la vida tratando de demostrar valor, belleza, inteligencia...
Todos esos esfuerzos serían innecesarios si conocieran que son mucho más de lo que tratan y se esfuerzan por aparentar.
Al vivirlo sobrarían todos los esfuerzos para demostrarlo.
La ignorancia de lo bello y maravilloso que el ser humano es, conduce a aparentar y lucir con lo que no se es.
La ignorancia de lo bello y maravilloso que los demás son, conduce a admirar en ellos la belleza artificial que no son.
Pareciera que el destino de los hombres fuera el alimentarse de la cáscara de los frutos por desconocer el sabor y el valor del fruto verdadero.
La vida toda, está montada en ensalzar las formas exteriores y apariencias.
El mercado del consumismo, con las modas y todas las maneras de realzar, adornar y hacer llamativa la figura corporal, tanto en el hombre como en la mujer, se nos haya impuesto de tal manera que el que no sigue los cánones marcador por la moda, pasa por anticuado y ridículo.
Todos vemos cuánta sofisticación, hipocresía, competencia y artificialidad hay en las formas del vestir y vivir.



Ser normal se ha convertido en anormal.
La artificialidad ha pasado a ser normal.
Al no reconocer más que los valores exteriores, fugaces de las formas, olvidando los verdaderos valores permanentes, se agrandan, se hinchan y se disfrazan para parecer más.
Es la gran tragi-comedia de la vida.
El encandilamiento por las formas externas de la persona es sólo eso: encandilamiento, ilusión.
No amor.


Darío Lostado
(Ama y Haz lo que Quieras)

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