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sábado, 26 de noviembre de 2011

EL AMOR A SÍ MISMO


Durante mucho tiempo y sobre todo en ciertos ambientes más o menos religiosos fue conceptuado el amor a sí mismo como malo, defectuoso o pecaminoso. Se nos decía que había que amar a los otros sacrificándose uno mismo por ellos. Al amor a sí mismo se lo suele llamar egoísmo o narcisismo.
Hay que decir de entrada que el amor a sí mismo es el fundamente de todo amor.
Es muy importante no confundir el amor a sí mismo con la complacencia e indulgencia con todos los caprichos del "ego" sensual. Cuando existe ignorancia o distorsión en el concepto sobre sí mismo se produce inevitablemente el amor erróneo hacia sí mismo.
Quienes se identifican con su cuerpo, sus sentidos y sus gustos sensibles, el amor a sí mismo les lleva a buscar como principal objetivo la satisfacción de aquello que creen ser: su cuerpo con sus apetencias, su ego con sus vanidades.
Para estas personas el ideal de la vida es "pasarlo lo mejor posible", satisfacer sus sentidos físicos al máximo o como apetencias muy elevadas, satisfacer los deseos de su ego mental o sentimental.
Los hedonistas puros no son muy frecuentes. Las apetencias sentimentales inferiores suelen ocupar un papel importante en esta clase de personas.
El genuino amor a sí mismo tiene otro sentido distinto para quienes tienen un verdadero conocimiento de la realidad de sí mismos.
Quien se conoce bien a sí mismo comprende que amarse es realizar su naturaleza. Amarse es querer y hacer todo aquello que conduce a la persona a su plenitud.
Quien se conoce a sí mismo sabe que el mejor modo de amarse es ejercitar todas sus capacidades de amor, de inteligencia y de energía de que es capaz.
Quien cree ser su cuerpo, quien se identifica con la parte tísica de sí o con sus pensamientos o sentimientos creerá que amarse a sí mismo consiste en satisfacer y complacer al máximo todas las exigencias de sus sentidos, de su mente o afectividad inferior.
En el recto y completo amor a sí mismo no se excluye nada, ni mucho menos su propio cuerpo que es el medio o instrumento a través del cual ha de realizarse, ha de hacer realidad todas sus capacidades y potencialidades.


El amor a sí mismo se manifiesta de una manera automática e inconsciente en el niño recién nacido. Busca y quiere todo "para él". En él, este amor es perfecto. Necesita todo para poder subsistir.
En la medida que la persona va creciendo, va tomando también conciencia de los otros y de sus capacidades de amar generosamente.
Si la persona, cuando crece, sigue manteniendo el círculo de su amor cerrado en sí mismo, como el niño, aunque crezca físicamente es una persona inmadura, infantil.
Toda aquella persona que únicamente busca ser complacida con el amor y las transigencias y donaciones de los demás, si no ejercita su amor activamente amando, quedará reducida psicológicamente a la etapa y estado infantil.
Son persona para quienes la etapa infantil no fue una etapa de transición sino que se quedaron fijas en ella. Son niños con cuerpo grande. O personas grandes con psiquismo infantil.
Cada ser, en su naturaleza, crece en la medida que ejercita sus potencialidades, sus facultades. Crecen los músculos en la medida que se los ejercita. La inteligencia y la memoria crecen también con el ejercicio. Y una persona será tanto más amorosa cuanto más ejercite su capacidad de amar.
Cuando alguien se ama a sí mismo hará indefectiblemente todo aquello que favorece su crecimiento, que lo conduce a su plenitud.
Amarse a sí mismo es igual a desarrollar su ser-energía-inteligencia-amor.
Aquel que se cierra yt se limita a complacer sus apetitos sensitivos está limitando su crecimiento. Se está anquilosando.
En realidad, entre amarse a sí mismo y amar a los otros no existe ninguna diferencia. Son, además simultáneos. Quien se ama bien a sí mismo automáticamente está abierto al amor a los otros.
Quien se ama a sí mismo no puede dejar de amar a los otros. Porque su amor es más verdadero cuanto más generoso es.
Amar a los demás olvidándose de sí, además de ser absurdo, es una sutil forma de autocomplacerse con su propia generosidad buscada.
El amar y entregarse a los demás debería ser la donación espontánea y natural del amor que uno siente ser, en el centro de sí mismo, como el desbordamiento de un vaso lleno de agua que tuviera la fuente dentro de sí mismo.
Para ello se requiere darse cuenta de que uno es fuente de amor.
Amarse correctamente, con amor verdadero a sí mismo es querer, amar y buscar en todo y sobre todo su propia y auténtica realización personal a través de cuanto se hace y se vive en la vida cotidiana.


Este auténtico amor a sí mismo impulsa a la persona a amar más y mejor a cuantos conviven con ella y al Universo entero. Tal como la persona se ame a sí misma proyectará su amor a los demás. Si su amor es superior y generoso hacia sí, también lo será hacia los demás. Quienes, por el contrario, se aman con un amor inferior y egoísta, también amarán a los otros con el mismo amor egoísta, egocentrado.
El amor a sí mismo no solamente no es reprochable ni malo sino que es la base y origen de todo amor en la persona.
El egoísmo, el amor inferior centrado en sí mismo, busca la complacencia sensible y vanidosa del cuerpo físico o del altanero "ego".
El amor verdadero a sí mismo, por el contrario, impulsa a la persona sabiamente a todo aquello que conduce a uno mejor y mayor realización personal de sí y de los otros sin intereses personales egoístas, por una parte, ni complacencias indulgentes y necias por la otra. Una cosa es amar y otra muy distinta acceder a los antojos caprichosos de la persona amada.
Nadie amará recta y adecuadamente a los demás si antes no se ama con amor verdadero y auténtico a sí mismo.


Darío Lostado
(Somos Amor)

1 comentario:

  1. Guillem Muy interesante este blog felicidades feliz semana.
    Saludos desde
    Abstracción textos y Reflexión.

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