La Vida se expresa a través de todos los seres vivos. Por tanto también a través de cada uno de nosotros.
No somos nosotros los que hacemos que las cosas sean así o asá. Es la Vida la que hace cada cosa.
Es cierto que Esa Vida se expresa a través de nosotros, por nosotros. Y nosotros tenemos aparentemente la capacidad de "colorear", de influir, de modificar el plan y la acción de La Vida o de Dios.
Pero ¿hasta qué punto la modificación que damos a los acontecimientos depende de nosotros? ¿Acaso no es La Vida, Dios, quien pone a cada uno en unas condiciones determinadas para que desarrolle en más o menos grado ciertas cualidades concretas?
Parece que, en teoría, el hombre es libre. Aunque deberíamos decir con más precisión, que el hombre tiene la capacidad de ser libre.
Esa capacidad o potencialidad solamente es un hecho real en aquellos que han llegado a liberarse o desembarazarse de los lazos y cadenas de los condicionamientos físicos, morales, sociales, psicológicos, que los determinaban en cierta dirección o sentido concreto.
Decir que el hombre es libre o que el hombre es racional quiere decir que el hombre tiene la capacidad de llegar a obrar, actuar y vivir con libertad o de un modo racional. Pero solamente lo es de hecho y efectivamente cuando ejercita esa potencialidad y pasa de la pura potencia al acto.
De hecho, si observamos un día cualquiera de nuestra vida nos quedaremos asombrados al constatar qué pocas horas o minutos hemos sido conscientemente racionales y no autómatas. Y si somos autómatas, podemos decir que actuamos libremente?
La Vida se expresa a través de las cosas y a través de nosotros, aunque de distinta manera. A través de las cosas se expresa directa e inmediatamente. Nosotros en cambio podemos obstaculizar o por el contrario podemos cooperar consciente y amorosamente con La Vida.
Somos tanto más actores cuanto más conscientes somos de la acción de La Vida en nosotros.
Cuando creemos que nosotros somos los únicos actores de nuestras acciones, vivimos en la ignorancia inconsciente de que el único verdadero actor de todo es La Vida, Dios.
Ya sé que surgen las preguntas, ¿y la responsabilidad personal, dónde queda?
En realidad solamente podemos hablar de responsabilidad en quienes obran y actúan consciente y libremente sin condicionamiento alguno. Y todos sabemos la maraña de condicionamientos, manipulaciones y presiones a que está sometida la mayor parte de las personas, tanto físicas y económicas como psicológicas, religiosas y sociales.
Hay una responsabilidad que es ineludible para todo ser humano. Es quizá la única o por lo menos la principal responsabilidad que tiene que afrontar.
Cada uno tiene que preguntarse: Yo soy persona, pero ¿ejerzo de persona? Yo soy libre pero ¿ejerzo mi libertad? Yo soy consciente pero ¿ejercito mi consciencia?
Si no nos planteamos estas responsabilidades básicas ¿cómo vamos a hablar de responsabilidades ulteriores?
¿Quién es el que responde? ¿Ante quién responde?
En el juego social, en la estructura de la vida social es evidente que son necesarias unas reglas, unas leyes para un buen ordenamiento social y convivencia humana. Ahí está todo el tinglado jurídico con su códigos, jueces, fiscales y defensores con todo ese complicado entramado y compleja estructura legal.
Pero nosotros no hablamos aquí de esa responsabilidad social o legal.
Me estoy refiriendo a nuestra actitud ante el Gran Juego de La Vida. Se trata de entender el Gran Juego de La Vida en mí, mi Gran Juego con La Vida.
Cuando este gran juego está resuelto, el otro, el pequeño juego social queda reducido a un mero trámite de poca importancia.
Los conflictos sociales son tan numerosos y resultan tan agobiantes porque no tenemos resuelto el gran problema de nuestra vida: la toma de conciencia del verdadero sentido de nuestra vida en La Vida.
Cuando somos conscientes de que toda nuestra actividad humana no es sino expresión, manifestación o reflejo de La Conciencia Pura, nos damos cuenta de que todos los problemas que nos creamos sobre reencarnación Karma, responsabilidad... etc., quedan reducidos a unos simples planteamientos teóricos y juegos mentales.
Los hombres solemos jugar mucho a "ser o parecer importantes".
Cuando demos a La Vida, El Ser, Dios, el lugar que le corresponde, nuestros problemas y preocupaciones quedarán reducidos y enmarcados en su justo lugar y tendrán una exacta respuesta y adecuada solución.
Darío Lostado
(Hacia La Verdad De Ti Mismo)
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