En una ocasión acudió un anciano al maestro Ryokan para que éste le hiciera un rito o conjuro para que se le cumpliera el deseo de vivir mucho tiempo.
El maestro le preguntó:
¿Cuantos años tiene?
Ochenta, respondió el anciano.
Usted tiene muy pocos, le dijo el maestro.
¿Cuántos quiere vivir?
Deseo llegar a los cien, dijo el anciano.
Ah! Pero eso es muy poco, dijo el maestro.
Mejor que sean ciento cincuenta.
O todavía mejor trescientos.
Pero eso todavía es muy poco.
Usted sabe que las grullos y las tortugas viven hasta miles de años.
¿Hasta cuántos años puede conseguirme, dijo el anciano, el deseo de vivir?
Bueno, dijo el maestro.
Usted lo que quiere es no morir.
Eso es, dijo el anciano.
Eso es muy caro y muy costoso, dijo el maestro.
Tendrá usted que hacer meditación todos los días.
Luego vendrá a las pláticas que yo le daré en el templo durante mucho tiempo...
No se sabe hasta cuándo...
El anciano vio que vivir o morir es lo mismo. Que la muerte del cuerpo no cambia mucho las cosas.
Mejor que librarse de la muerte es liberarse de los deseos de vivir o de los deseos de morir.
El mayor o menor tiempo de vida en las limitaciones del cuerpo no tiene mucha relevancia. La cantidad de tiempo vale muy poco.
La profundidad de vivir es lo que cuenta.
Esa profundidad no requiere mucho tiempo.
Darío Lostado
(Vivir Como Persona)
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