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viernes, 29 de marzo de 2013

SILENCIO Y AMOR


La escena puede resultar familiar para casi todos.

Un atardecer.

Enfrente, el mar infinito, espejo quieto del cielo azul.

Una pareja sentada frente a él. Sólo presencia de silencio y unidad. No hay emoción neurótica. No hay pasión. No hay compulsión.

Está reinando entre ellos el sentimiento vivo de reciproca identidad del corazón y del espíritu.

¿Nació el amor del silencio o brotó el silencio del amor?

Poco importa. Lo único que importa es que amor y silencio son compañeros inseparables de un sentimiento de unidad, paz y serenidad y por el contrario la pasión, el parloteo, las interjecciones y los gritos neuróticos y compulsivos van emparejados con el desequilibrio, la desarmonía y la histeria.

Es prácticamente imposible que exista amor verdadero duradero y profundo donde no hay un gran espacio para el silencio interior.

El mundo moderno tiende qa aturdirse con ruidos, músicas estridentes, conversaciones, alborotos, saltos, histerias...

Se dirá que todo eso es propio de la juventud. Pero eso no es cierto. Eso quizás es propio de una juventud neurótica.

Pero hay otra juventud. La que ama la música y el baile, el juego y la aventura y hasta el riesgo. Pero sin neurosis ni histerias extravagantes.

No se puede ni debe pretender que la juventud tenga la cordura, sosiego, serenidad y prudencia de la edad madura. Pero eso tampoco puede justificar la locura irritante de ruidos, modas y costumbres.

Una persona me decía que en cuanto despierta, necesita el ruido de la radio. Se acostaba con la TV prendida. Y cuando llegaba a casa de la calle tenía que poner la radio, para no caer en un estado depresivo.


No resulta difícil adivinar que aquella persona sufría de neurosis y miedos constantes. Vivía llena de temores siempre con la espada de Damocles real o imaginaria sobre su cabeza.

El círculo vicioso se repetía sin cesar: Ruidos - aturdimiento - neurosis - ruidos y conversaciones - temores - neurosis - ruidos...

Tales personas suelen decir que desean la paz. Pero no ponen los medios para lograrla.

Quien vive por lo que recibe de fuera, tiene su vida hipotecada.

Únicamente tiene un pensar, sentir y vivir auténticamente propios quien vive cada instante en el silencio amoroso del centro de sí mismo.

Quien siente, piensa y ama a merced de los estímulos de fuera no es de fiar. En cualquier momento los estímulos cambiarán y con ellos también las promesas de aquel «amor eterno» (¿?).

La triste historia de muchos matrimonios es ésta. Basta con echar una mirada a nuestro derredor. Los que supuestamente se quisieron tanto, se separan, se divorcian o viven un amorfo y aburrido soportarse, Dios sabe por qué diversas razones y motivos.

Cuando el amor se instaló en la profundidad del silencio del corazón y del alma, permanece siempre íntegro, a pesar de las nubes y tormentas que aparezcan en el horizonte de la vida.

Quien desea un amor con garantías de verdad y permanencia, tendrá que darle un espacio y un tiempo al silencio interior del corazón y la mente.

Cuando haya silencio en el corazón y la mente, cuando se aquieten los deseos y se acalle la chicharrería y parlanchinaría de la mente, con toda seguridad aparecerá lo único que eres en el interior de ti mismo: el Amor. Te sentirás uno con la Vida y uno con todo lo viviente. Y amarás.

Quien pretende amar sin sentirse él mismo amor en el fondo de sí mismo, es muy difícil, si no imposible, que ame con profundidad.

Quien, por el contrario, sienta el amor que es en el fondo, no necesitará proponerse amar ni que le impongan la obligación o necesidad de hacerlo.


Darío Lostado
(Somos Amor)


2 comentarios:

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