Las guerras absurdas han aniquilado pueblos, razas, familias e individuos.
Las guerras suelen ser declaradas, por regla general, por personajes ambiciosos y orgullosos en extremo.
Las pequeñas guerras entre familias e individuos tienen un origen parecido y unas causas semejantes: la ambición, el egoísmo, el orgullo, la intransigencia y la incomprensión.
Ante estos hechos uno se pregunta ¿cómo es posible que siendo el ser interno de cada persona una energía amorosa e inteligente, se produzcan tales hechos de egoísmo, ignorancia, desamor y vandalismo?
Todos los seres humanos somos UNO en La Realidad profunda y básica.
Pero entre el yo central de cada persona y el cuerpo existe una estructura ideal o conceptual por la que nos distinguimos unos de otros. Esta estructura no tiene realidad. Sólo es una idea que cada uno tenemos de nosotros y de todos los demás. A causa de esta idea de individualidad nos vamos formando la idea "yo no soy el otro".
No sólo eso. Solemos formarnos la idea de que todo aquello que no favorece a mi "ego" individual o lo que es lo mismo a esa idea que tengo de mí, es malo y he de evitarlo a costa de cualquier cosa, Así ocurre en la vida diaria: todos aquellos que no favorecen mis gustos y ambiciones, son mis enemigos y rivales. Desde ese momento estoy declarando la guerra a todos aquellos que considero obstáculos y opositores a mis deseos y ambiciones.
Desde entonces de una u otra manera tratamos de eliminar a nuestros enemigos física, moral, social o psicológicamente.
Es conveniente que veamos que hay que desenmascarar al causante directo de todos nuestros rencores, malestares, resentimientos, rivalidades, odios, enfrentamientos, desamores y toda clase de tensiones con los que nos rodean. Y ese causante es el "ego" o idea que tenemos de nosotros mismos y que busca siempre y en todo, satisfacer su ambición, su vanidad y su estupidez egolátrica.
Este ego existe y pervive en cada ser humano aunque se influencia e intervención en la vida sea muy diversa en cada uno según el grado de desarrollo y evolución de las personas.
El ego es en principio individual. Pero suele disfrazarse de religiosidad, patriotismo, altruismo, racismo, etc.
Esos egos individuales o colectivos, personajillos engreídos y ambiciosos ven y se crean enemigos por todas partes. Ahí surgen los conflictos y las guerras, la destrucción y la muerte.
Como vemos, el desamor, la guerra y la muerte no surgen de nosotros, sino de algo que se forma en nosotros y que no es sino una estructura mental, una idea falsa de nosotros mismos, que sustituye y suplenta a nuestra verdadera realidad, a nuestro verdadero "yo"
No es nuestra verdadera realidad la que se enfrenta, se enoja, se pelea y se enemista.No.
Nuestro verdadero ser es inteligente y amoroso.
Nuestro raquítico y ambicioso ego es ignorante y engreído.
Aquilatando un poco más, debemos decir que no es la existencia del ego en sí misma la causante de nuestros males sino nuestra inconsciencia y que permite que el ego tome las riendas de su vida.
Pero debemos y podemos impedir que tome el lugar y la relevancia que no le corresponde.
Cuando nuestra vida es dirigida y gobernada por las tendencias y exigencias ambicionas e individualistas del ego empezamos a enemistarnos y separarnos de los demás.
El mal, por tanto, reside en la ignorancia, en la inconsciencia de lo que somos realmente y en vivir defendiendo algo que no es sino una sombre, una idea raquítica de nosotros mismos.
Si somos conscientes de que existe en nosotros esa idea ese yo inferior que quiere entronizarse en nuestra vida, podremos impedirlo y colocarlo en el lugar que le corresponde.
Nuestra vida debería ser un fluir espontáneo y natural del amor que somos en el centro y esencia de nosotros mismos. Pero se interpone el interés pequeño y egocéntrico de nuestro ego individual y lo que debería ser amor generoso se convierte en desamor egoísta.
Conocernos a fondo implica conocer lo que somos y lo que aparece en nosotros como nuestro "yo" verdadero siendo en realidad un "yo" falso.
Reconocer lo que hay de verdad y de falsedad en nosotros, es el punto de partida para saber quién es quién y qué es qué.
Ver cuándo vivimos desde la fuente del amor o desde la fuente del desamor y el odio, es el principio para poder enderezar nuestra vida.
Del discernimiento entre el yo verdadero y el falso, debe surgir la elección consciente de los impulsos luminosos y creativos del yo verdadero y la precaución para no ser inducidos en la dirección egolátrica ambiciosa, individualista y ruin del yo interior.
Si tuviéramos un mediano sentido de discernimiento nos daríamos cuenta de que hay mucha diferencia entre estar dirigidos por una entidad real, fuente de toda conciencia y de todo amor, o estar a expensas de un subproducto de nuestra conciencia que se sostiene precariamente por unas ideas inestables y cambiantes.
Toda nuestra vida es nuestra conciencia.
Nuestra conciencia es la luz que procede del yo real.
¿Por qué vivir dependiendo de un subproducto inestable de ideas si somos la fuente de energía, inteligencia y amor?
Es cierto que se dan causas políticas, económicas, sociales... en las declaraciones de guerra. Pero si analizamos bien las cosas, veremos que detrás de todas esas causas y razones políticas, patrióticas, etc., hay una razón básica, que no es otra que la ambición, el deseo de poder y gloria, el odio y la venganza, fruto todo ello del error en que suele vivirse, ignorando la naturaleza verdadera del ser humano.
Hay guerras porque no sabemos con claridad lo que somos en el centro de nosotros mismos.
¿Por qué no salir de esa calamitosa ignorancia?
Darío Lostado
(Hacia La Verdad De Ti Mismo)
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