El ambiente del mundo moderno está invadido por el sexo.
Después de un largo tiempo de tabúes sexuales ha explosionado la llamada libertad sexual que se ha constituido en una bandera símbolo de los que pretenden aparecer como revolucionarios y progresistas liberales.
Pero como siempre suele ocurrir en estos casos, se ha caído en el paradójico contrasentido de que aquello de lo que dicen estar liberados se ha constituido en las cadenas y barrotes de su prisión.
Bajo el slogan de la libertad sexual como señal de progreso en el pensamiento y en la vida, miles y millones de personas quedan atrapadas en la cárcel de la pulsión del sexo, reducidas a marionetas sin voluntad y dominadas por el instinto ciego.
La energía sexual, como toda energía del Universo es en sí misma, buena.
A veces esa energía o pulsión sexual es reprimida. Esa represión se convierte en patológica cuando no se quiere reconocer y la tensión aumenta en la medida que se va reprimiendo inconscientemente, como aumenta la presión del agua de un fuerte caudal retenida en un dique artificial.
Toda represión de cualquier energía natural en una persona constituye una cierta mutilación de la misma.
Toda energía de la Naturaleza es en sí misma positiva y buena. Y la energía sexual es igualmente buena. Y positiva.
Nos acostumbraron en el pasado, a considerar las tendencias sexuales como obscenas, impuras o pecaminosas.
Recuerdo aquella señorita un tanto mayor. Era muy religiosa. De esas personas a quienes suelen llamar beatas. Tenía el espíritu puritano de aquellos años, de la década de los 40 o 50. Decía con cierto aire de pietismo puritano. ¡Qué bonito sería el matrimonio si no fuera por "eso"! Naturalmente el "eso" para ella era la relación sexual. Después de mucho trabajo y diversos intentos logró casarse. Y en su matrimonio tuvo varios hijos, como resultado naturalmente de "eso".
Hubo en años pasados y aun subsiste en ciertos ambientes de nuestro tiempo un pseudo-moralismo centrado en la represión de todo lo que se refiriera al sexo.
No podemos caer en un angelismo desvaído que no acepte a la persona en su totalidad.
Somos una energía inteligente, amorosa, divina que está expresándose y manifestándose a través de este cuerpo físico que todos tenemos, con todas sus legítimas tendencias naturales. Querer desconocer dichas necesidades y tendencias es ignorar dónde estamos y con qué nos manejamos en nuestra existencia. Y la ignorancia de cualquier aspecto de nuestro ser es siempre nefasta.
El principio de la sabiduría es conocer lo que somos como entidad profunda esencial. Pero es necesario conocer igualmente el vehículo o medio físico a través del que nuestro ser más íntimo se expresa al exterior.
La sabiduría nos va mostrando, si sabemos entenderla, cómo debemos jerarquizar todas las tendencias y necesidades físicas como también las demandas internas del espíritu.
Ese difícil equilibrio y madurez hacen que la persona viva con moderación, templanza y sobriedad adecuada.
Cuando el acto sexual es la expresión física del amor profundo entre dos personas, implica al ser completo en el acto amoroso.
El amor verdadero es necesario para una estable y satisfactoria relación sexual.
La sexualidad en cambio no es necesaria para una sana durable y profunda relación de amor.
El amor verdadero es interno, consciente y perdurable y brota de lo profundo del ser.
La sexualidad es epidérmica, cortical y se origina en el movimiento hormonal de los sentido físicos.
La sociedad nos ha impuesto una serie de esquemas mentales sobre las costumbres y quehaceres humanos. Y nos hemos acostumbrado también a ciertos tópicos que son tan falsos como absurdos.
Uno de los tópicos convencionales que suelen usarse con más frecuencia es el referirse al acto sexual como "hacer el amor".
El amor no puede hacerse. El amor ES. El amor lo somos cada uno de nosotros. Se hace el sexo. ¿Por qué profanar la palabra más sagrada que existe en todas las lenguas?
No es precisamente el sexo la manera más adecuada y efusiva de expresar el amor. Porque aunque es posible y se da realmente, aunque excepcionalmente, suele pervertirse por centrarse la pareja en su propia e individual satisfacción sensual.
Es conveniente, por tanto, no caer en extremismos que conducen a una mayor confusión.
El acto sexual puede ser una perfecta expresión del amor más auténtico y profundo y puede conducir incluso al éxtasis amoroso, en que ambos se sienten no sólo física sino íntimamente UNO.
Pero es necesario dejar bien claro que para que se dé este éxtasis amoroso es fundamental que la pareja acceda al acto sexual con un sentimiento auténticamente amoroso y no por deseo de satisfacción sensual.
Muchas personas se engañan fácilmente tratando de convencerse de que su amor es auténtico y verdadero, siendo fundamentalmente sensual y egoísta. Podrán comprobar su autoengaño si habitualmente sienten un vacío interior y de un modo especial después del orgasmo sexual. Puede darse en un momento determinado una cierta satisfacción física y al mismo tiempo un vacío interior. Conviene no confundirse.
Darío Lostado
(Somos Amor)
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