No hay nadie que no admire con gusto y ternura y en cierto sentido también con nostalgia la candidez, la espontaneidad, la sencillez de los niños...
Es como si nos diéramos cuenta de que un día lejano perdimos lo más preciado, lo más valioso de nosotros mismos, algo que tuvimos de niños y ahora lo añoramos con pena y envidia nostálgica.
Y no es para menos. Vivíamos en el paraíso natural de nuestra esencia, de nuestro ser natural de ser humanos puros y nos exiliamos como hijos pródigos en un mundo de máscaras y disfraces conde cada cual trata de colocarse la máscara más adecuada para cada ocasión. Y nadie sabe quién es quién.
En el mundo infantil de la verdad, de la espontaneidad no se usan máscaras. Cada uno es lo que es cuando empezamos a ser mayorcitos, nos mostraron y fuimos probándonos una seria de disfraces.
Debemos recordar que los griegos en sus representaciones teatrales usaban unas caretas para representar los distintos personajes. A esas caretas se las llamaba "personna". Se cambiaban las caretas o "personnas" según el personaje que debían representar. Un mismo actor podía representar a distintos personajes en la misma obra. El cambio de máscara era cambio también de persona o personaje o personalidad.
Ahora, no en el teatro sino en la vida normal social ocurre casi lo mismo. Nos han enseñado a cambiarnos oportunamente de máscaras. Y quien lo hace mejor es considerado más inteligente.
En las esferas y ámbito del poder y la política triunfan aquéllos que saben ponerse y quitarse las máscaras más oportunamente. Ser político y diplomático en la vida social significa dominar el arte del disimulo, del disfraz. A eso también suele considerarse o llamarse como "tener mundo", "saber estar en sociedad", "tener nivel" o "ser una gente bien".
¿No podríamos volver al mundo de la espontaneidad, de la sencillez y de la verdad?
Darío Lostado
(Somos Amor)
Y lo peor de todo: que nos identificamos con las máscaras, creemos que somos ellas :( hasta que llega un momento que notas un peso extra.
ResponderEliminarGracias Guillem por traer las palabras y la sabiduría de Dario Lostado. Un abrazo!