Era una gata salvaje. Le puse por nombre Susi.
Era arisca, desconfiada y miedosa, esquiva.
Merodeaba frecuentemente la casa buscando qué comer. Siempre encontraba algo. Poco a poco fue tomando confianza. Llegó un momento en que hasta la pude tomar en brazos.
Un día la tenía en los brazos y casualmente pasé delante de un espejo. Ella se vio reflejada en él y abrió desorbitadamente, asustademente sus celestes ojos y quedó mirándose con fijeza. Estaba viendo ante sí una gata que nunca había visto. No la conocía. Ella conocía otros gatos y gatas pero aquélla que tenía delante era desconocida.
La miré y me reí de sus reacciones.
Yo también me quedé con la gata en los brazos mirándome y mirándola en el espejo.
¿Quién estaba en la verdad, la gata o yo?
Yo pensaba que aquél o aquello que veía en el espejo era yo con una gata en los brazos.
Ella creía que aquella gata que veía en el espejo era otra gata distinta de sí misma pero no ella.
¿Acaso no soy yo el reflejo de los demás?
¿Acaso no me reflejo yo en los otros?
¿Soy yo mi reflejo? ¿Es el reflejo algo más que una ilusión?
Todo cuanto veo ¿es algo más que reflejos de alguna realidad desconocida y oculta? ¿Acaso vemos algo más que reflejos?
Mi gata salvaje era la verdad, sin la contaminación de la ilusión ni el entramado complicado de la mente.
Y yo, ¡pobre iluso! me reía del error engañoso de la gata.
Siempre la misma historia. Siempre viviendo en la confusión ilusoria de las imágenes.
¿Sabremos alguna vez conocer la realidad auténtica y distinguirla de la imágenes, los reflejos y las ilusiones?
Darío Lostado.
(Somos Amor)
Siempre claro, directo y profundo, Dario Lostado.
ResponderEliminarGuillen tus post son una joya.
Gracias por compartirlos con nosotros.
Un abrazo enorme.