Aunque normalmente cuando hablamos del amor nos referimos al amor entre personas, hemos de aceptar que nuestra existencia está llena de otros muchos amores, el amor a muchas cosas.
Hemos dicho que el concepto del amor más corriente y aceptado es o consiste en la atracción o inclinación hacia algo que aparece como apetecible y deseable.
Todos conocemos personas que sacrifican hasta su propia salud o la vida misma por conseguir o mantener ciertas cosas que aman, apetecen o desean.
Recuerdo aquella señora que cada mañana del dura invierno yo veía, cuando marchaba a mis clases, lavando su sencillo y utilitario coche que tenía siempre aparcado delante de su casa. Aquella señora amaba su coche.
Conocí una señora ya anciana, con achaques serios de salud a quien el médico le había recetado unas píldoras que debía tomar diariamente. Cada día tomaba en la mano una de aquellas pildoritas mirando a sus hijos con cara de pena al mismo tiempo que a la píldora que tenía en sus manos y les decía con tono de lástima: ¡Ay, qué ruina!, mirad, ¡quince pesetas! (unos quince centavos de dólar).
Aquellas píldoras con seguridad le hacían más daño que provecho, por el dolor y tristeza que le causaba el gastar quince pesetas en cada una. Ella amaba el dinero más que su propia salud.
Todos conocemos algunas personas que exponen su salud por ganar más y más dinero. O personas que están tan apegadas a sus cosas que son capaces de sacrificar hasta lo más valioso por ellas.
Ese deseo, esa atracción o dependencia de las cosas suele llamarse amor.
Digamos ya desde ahora, que hasta esa clase de amor es en sí mismo positiva. Sí. Incluso el amor del avaro a su dinero es en sí mismo positivo y bueno en cuanto expresión de una energía hacia algo.
Todo acto de voluntad o energía es positiva. Aunque sea incorrecta la actitud o dirección de quien dirige esa energía hacia unos fines no correctos o inadecuados.
La energía en sí misma es buena.
Lo que la puede convertir y de hecho la convierte en negativa o destructiva es la dirección o intencionalidad del deseo y la ignorancia o falta de conciencia en la jerarquización de los valores, puesto que muchas veces un valor inferior se absolutiza y de ello se siguen más efectos negativos que positivos.
Oímos a veces hablar con demasiada frivolidad y ligereza que el amor al dinero o tal o cual cosa es malo.
En realidad no hay amor malo, sino actitudes malas, erróneas o incorrectas.
Hay que repetir una y otra vez que las cosas, los objetos, el mundo no es malo.
Puede haber y de hecho lo hay, un mal uso de las cosas o del mundo. Pero todo cuanto existe es en sí mismo bueno.
Podemos aclararlo con un simple ejemplo. Sabemos que el rayo láser sirve para infinidades de usos positivos y hasta para sanar enfermedades y salvar vidas. Ese mismo rayo láser dirigido para matar se convierte en malo o destructivo. No es él malo sino la dirección que se le da.
Lo mismo podríamos decir de la energía atómica y tantas otras cosas más.
Las cosas son buenas. Por tanto, amarlas también lo será.
Pero el amar las cosas como si fueran el objetivo último de tus acciones y tu vida, en lugar de usarlas como medio e instrumento para un fin superior es lo que constituye el deseo de ellas en incorrecto o malo.
Dios puede y debe ser amado en todo lo existente y visible.
Pero amar el medio, las cosas, y quedarse encadenado en ellas impidiéndote conseguir llegar al fín para el que están destinadas puede convertir su uso, apego o amor en incorrecto o mal porque lo que era un medio se ha convertido en fin.
Todas las cosas son buenas cuando se usan para lo que han sido hechas y tú las posees sin que ellas te posean a ti.
Quien vive apegado y encadenado a las cosas, se inutiliza para amar.
Darío Lostado
(Somos Amor)
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