Al decir yo en alguna ocasión que el mejor consejo es no dar consejos, alguien me preguntó: ¿Y a mis hijos, tampoco debo aconsejarles? Ellos necesitan de mi experiencia y debo precaverlos de los peligros de la vida.
Al decir yo en alguna ocasión que el mejor consejo es no dar consejos, alguien me preguntó: ¿Y a mis hijos, tampoco debo aconsejarles? Ellos necesitan de mi experiencia y debo precaverlos de los peligros de la vida.
Pero mi voz me dice:
Si vives en la superficie de tí mismo, como es el caso de la mayoría de las personas y te interesan ante todo las formas, las apariencias, las normas sociales, los modo de conducta, es seguro que tus consejos erán dirigidos hacia esos aspectos de la vida de tus hijos. Y cuando alguien se entromete y qiere imponer su modo de ser y conducirse, sea quien fuere, a los demás, es una injusta intromisión manipuladora que no exime a los propios padres.
Si amas de verdead a tus hijos y quieres lo mejor para ellos y deseas orientarlos para que sean honrados, nobles, veraces, trabajadores, responsables de sus actos... haz que se vean en el espejo de tu vida. Y si eso ya lo haces y quieres además aconsejarles, no les impongas nada que sea secundario sino haz que ellos vean lo que es esencial y tomen conciencia de sí mismos y sus obligaciones fundamentales.
Todos aquellos padres que han pretendido imponer determinadas formas de conducta a sus hijos, tarde o temprano ven con desilusión que los hijos, si tienen capacidad de ver y decidir por sí mismos, toman el camino que ellos eligen. Y si no tienen esa capacidad, es porque ellos, los padres, la han bloqueado y obstaculizado y han impedido que el hijo sea él mismo.
Cuando se imponen modos de comportamiento se manipula y o domestica, pero no se educa.
La educación del comportamiento tiene un límite elemental. Ir más allá de ese límite es obstaculizar la formación de la personal.
Darío Lostado
(...Pero mi voz me dice...)
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