Es frecuente que de algunas personas con las que solemos tratar más frecuentemente nos formamos una imagen de cómo queremos o quisiéramos que fueran. Cuando se acomodan a esa imagen, decimos que son buenos o a la inversa. Tenemos la tendencia de compararlos con la imagen que nos hemos formado.
Pero mi voz me dice:
A las personas que viven habitualmente contigo, sueles usarlas o por lo menos lo intentas, a fin de que te sirvan para mantener el personaje o la idea que te has formado de ti mismo. De acuerdo con esa idea de ti o el personaje que quieres representar, tratas de ver cómo las personas que te rodean pueden ayudarte a mantenerlo.
Cuando tienes de ti una idea muy elevada y te crees muy sabio (siempre a nivel de personalidad) entonces necesitarás que las personas que están contigo favorezcan o apoyen esa idea de ti. Y cuando hagan o digan algo que contradice esa idea, esas personas serán tachadas de malas y les achacarás probablemente el mismo defecto que está en ti.
Lo más grave en estos casos es que cuando te formas una imagen de una persona como tú quieres que sea, cuando tratas con ella, ya no tratas con la persona sino con la imagen que te formaste de ella. Haces exactamente lo mismo que sueles hacer contigo mismo. No sueles verte y tratarte como lo que eres sino por la imagen que tienes de ti o la que querrías tener, la imagen de cómo aspiras llegar a ser. Es la imagen ideal de ti mismo. Pero, contrariamente a lo que suele pensarse, cuanto más te esfuerzas por conseguir esa imagen, más te alejas de tu realidad, de lo que realmente eres y debes ser.
Darío Lostado
(...Pero Mi Voz me Dice...)
Es inevitable. Nunca llegamos a conocer totalmente a las personas.
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