Una de las características que distingue al ser humano es la "conciencia de sí".
La conciencia de sí puede entenderse de dos maneras.
La conciencia de sí puede ser en primer lugar la conciencia del "yo" verdadero, de la realidad central.
Y puede entenderse también como la existencia encarnada, concretada en una personalidad determinada.
Dicho en otras palabras la conciencia de sí puede significar el conocimiento de lo que somos como identidad o el conocimiento de nuestra personalidad que es el modo como nos diferenciamos unos de otros.
La realidad o identidad profunda es común a todos los seres humanos. Es aquello por lo que somos iguales.
La personalidad es aquello por lo que nos diferenciamos unos de otros.
El desconocimiento de nuestra realidad profunda o sea de aquello por lo que somos personas, es la causa de nuestros mayores males. Cuando esta realidad profunda es suplantada y substituida por la personalidad o el "ego", , caemos en el "egoísmo". Es decir la defensa de lo periférico, de lo secundario de nosotros, enfrentándonos con todos los "egos" de los demás y creándose así la rivalidad y luchas constantes, viendo siempre en los otros unos posibles o reales enemigos.
La conciencia del "yo" verdadero une, armoniza, unifica porque el yo verdadero es amor.
Si tenemos una auténtica conciencia del "ego" o de la personalidad, sabiendo que ésta no es sino la forma como se concreta y se encarna el "yo" verdadero, no sólo no sería causa de muchos o todos los males que padecemos sino todo lo contrario, es decir, sería la ocasión de una mejor y mayor comprensión humana entre todas las personas.
La psicología tradicional apenas si se ha ocupado del conocimiento de nuestra realidad profunda. Se ha centrado en su estudio básica y exclusivamente en la personalidad, en lo que nos distingue a unas personas de otras. Pero apenas en lo que nos une.
El trabajo de la realización personal, o lo que es lo mismo, el trabajo para vivir como personas ha de basarse en el conocimiento y "vivenciación" clara de lo que somos como realidad profunda.
Cuando en lugar de vivir por la fuerza inteligente y amorosa que es nuestra realidad profunda, vivimos dirigidos por el "ego" de nuestra personalidad empezamos a vivir anormalmente como personas.
Una cosa es reconocer que tenemos un "ego", una personalidad concreta y otra muy distinta el vivir defendiendo y dependiendo exclusivamente de nuestro "ego" con sus exigencias egoístas y exclusivistas.
Un buen conocimiento de nuestra personalidad, previo el reconocimiento de nuestra realidad central, es necesario y sumamente útil para una mejor convivencia y entendimiento entre los seres humanos.
Muchos autores nos han dicho, quizás para levantar nuestro ánimo o para darnos importancia que somos únicos. Yo mismo hace años insistía en este punto. Hemos enseñado que somos tan únicos que nadie tiene ni tendrá nuestros mismos sentimientos, los mismos pensamientos, las mismas características que nosotros. Llegábamos a decir también que nadie tiene nuestras huellas dactilares... etc., etc. Y es cierto. Pero esta unicidad nuestra, es tan secundaria y accidental frente a la maravillosa identidad interior que nuestras diferencias no tendrían por qué ser causa de separación y rivalidad.
La verdad lisa y llana es que la mayor parte de la gente ha vivido creyendo y sigue creyendo que somos un cuerpo con una personalidad. Y no somos ni lo uno ni lo otro.
Samos una realidad central única y común en todos los seres humanos, revestida, encarnada existencialmente en unas formas corporales determinadas y con una personalidad determinada.
Estas formas corporales y esas formas personales o de personalidad son los modos distintos de expresarse la infinita energía, el infinito amor y la infinita inteligencia que somos en nuestra realidad profunda.
Esto que estoy exponiendo y sobre lo que hemos de volver porque es el punto básico y la razón verdadera para vivir como personas no es una teoría más. Tampoco es para creerlo y aceptarlo sin más. Es para comprobarlo vivencialmente cada uno en sí mismo.
Hablar y discutir sobre ello no tiene importancia ni utilidad alguna. Yo lo expongo para que los que están viviendo con una demanda interior de buscar "algo más" lo miren, lo piensen y luego traten de vivenciarlo en sí mismos.
Somos UNO en nuestra realidad profunda, con todas las demás personas.
Somos ÚNICOS en nuestras formas: cuerpo y personalidad psíquica.
Las formas cambian, se destruyen.
Nuestra realidad íntima y profunda es siempre idéntica a sí misma sin cambios ni destrucción.
Los que viven identificados con sus formas cambiantes. nunca pueden decir: soy esto. Porque eso que dicen ser, está cambiando en todo momento. Cambia constantemente nuestro cuerpo. Las células que componen nuestro cuerpo hoy son distintas de las que teníamos hace siete o diez años, con excepción, quizás, de algunas del cerebro. Y no digamos nada de nuestros sentimientos y nuestras ideas continuamente cambiantes por motivos muchas veces insignificantes y baladíes.
Todos los seres humanos somos UNO. Formamos la gran familia de amor o unidad.
Pero vivimos peleados, distanciados, divididos, por defender nuestros "egos" con la funesta característica del ego, el egoísmo, que es la defensa del "ego" excluyendo a los demás.
El resultado de esta aberración todos la conocemos.
Aunque resulte machacón he de insistir una y otra vez en el tema.
Mientras no sea evidente teórica o intelectualmente difícilmente podremos vivenciarlo.
Y si no lo vivenciamos nuestra vida no será una verdadera vida de personas.
Darío Lostado
(Vivir Como Personas)
Todos somos como chispas de Dios...
ResponderEliminarPrecioso texto, completamente de acuerdo.
Un cordial saludo.
Magnífico Darío!
ResponderEliminarQuien "ve" esto que expones ya sabe que no hay sufrimiento, ni guerra posible...
Gracias Guillem por publicar estos extractos de Darío.
Un abrazo cósmico para tod@s!