La Humanidad ha pasado desde su origen por varias etapas de desarrollo. Después de la prehistórica, aparecen la histórica, la social, la tecnológica, la industrial, la científica y últimamente la informática.
La evolución espiritual, de una u otra forma, ha estado siempre presente en todas las etapas de la historia humana.
Los pasos de esta evolución son cada vez más rápidos y acelerados. Pero todos ellos han sido útiles y necesarios.
La conciencia humana ha ido abriéndose y expandiéndose, aunque esa expansión haya sido notoria en muy pocos seres humanos.
Todos los seres son una manifestación del Ser y al mismo tiempo, son el Ser mismo, que es la base y fundamento de todos los seres.
Todos hemos tenido atisbos de visión de nuestro ser, aunque algunos apenas se hayan dado cuenta de ello. Estas señales o vislumbres suelen ser tan rápidas e instantáneas que apenas dejan un imperceptible signo o recuerdo, que desaparece inmediatamente.
Cuando el hombre se da cuenta de que él es más de lo que está viviendo, surge en él un deseo de realizar el camino que lo lleve a ese estado de conciencia que intuye que puede alcanzar.
Eso es el camino de su realización, que en el fondo no es sino una clarificación de la mente por una visión directa de la realidad, que en definitiva no es sino un estado elevado o superior de conciencia.
El ser humano ha de ir dándose cuenta de que frente a todos los fenómenos cambiantes que observa en la naturaleza, existe uno, algo o alguien que atestigua lo que ve y es el observador de todos los cambios. Eso es la conciencia de sí. El Ser, La Presencia.
Cuando llegamos a conocer esta Presencia, El Ser, el Yo eterno y absoluto, nos damos cuenta de que esa es la experiencia totalmente liberadora y realizadora humana. Ese es un estado en el que los deseos, temores, dudas, inquietudes... desaparecen.
Ese es el auténtico estado original de la conciencia humana. Pero fue distorsionado por la idea errónea de creerse un ser distinto del Ser absoluto o La Presencia.
A ese momento errático de la mente se lo llamó "pecado original". Es el error primero que da origen a los demás errores.
Lo llamo error porque la palabra griega del cristianismo antiguo, con que se referían al pecado, era el término "amartanó". Que significa errar el blanco, o sea, equivocarse.
Es evidente que una equivocación no puede conllevar el peso moral de culpabilidad que siempre se la ha dado a la palabra pecado. Por tanto, en el hombre hay un error original y errores posteriores originados, pero no culpabilidad. Quien se equivoca, ya tiene su propia pena en su equivocación. ¿Por qué hemos de cargarle encima con una culpabilidad digna de castigo? En su error o equivocación, ya lleva incluida su pena.
Sólo existe un mal: el olvido o ignorancia de nuestra Presencia.
Nos hablan constantemente de aquello que debemos llegar a ser, cuando en realidad ya somos aquello que intentamos o deseamos ser: libres y felices.
El llegar a darnos cuenta de esto que estamos diciendo pareciera que fuese un camino largo y penoso. En realidad, la meta ya está en el camino. Camino y meta son lo mismo.
La luz está ahí, siempre. Sólo hace falta que yo abra los ojos.
Se trata de estar alerta y atento internamente, pero sin esfuerzo.
Estar atento significa estar aquí y ahora presente a mí mismo, que soy la Realidad que crea lo que aparece en mi conciencia.
Lo más perfecto y en apariencia complicado se reduce a lo más simple.
Quedarnos admirados ante la maravilla de una computadora, con tantos conocimientos almacenados. Y los técnicos nos dicen que todo se basa en la operación matemática de agrupar ceros y unos, operación que puede realizar el niño en su desarrollo más elemental.
Estar alerta es ser consciente de que toda la realidad está aquí y ahora.
La conciencia observa que todo cambia. La presencia del observador es lo único permanente e invariable. Eso eres tú como conciencia.
Ese estado de conciencia, de observación pura, es lo único que hemos de descubrir. No hace falta nada más.
Darío Lostado
(Atrévete A Ser Libre)