Un águila planea apacible y majestuosamente por las alturas cuando apareció una compañera de correrías, agitada y temblándole todavía las alas por el susto.
Oye, le dijo, he visto pasar por encima de mí una tremenda águila que rugía. No movía las alas y quemaba el viento por donde pasaba.
¡Ah! Sí, contestó tranquila y serenamente su interlocutora. Son esos pobres animales humanos que antes se arrastraban por la tierra con máquinas metálicas y ahora han aprendido de nosotras y les han puesto alas para volar.
Dicen que son inteligentes pero tratan de imitarnos en todo. Inventan cosas y más cosas metálicas. Pero casi siempre son para destruir.
He oído, contestó la compañera, que están intentando hacerse nidos más altos que las montañas donde tenemos los nuestros. Cerca del ojo de la Gran Águila.
No te preocupes, le dijo el águila más serena. Los pobres hombres han ido destruyendo poco a poco el planeta donde la Madre Común los puso. Pero el orgullo y la ambición que los domina, hacen que fracasen en todos sus intentos.
Se cuenta que son los animales más queridos de la Gran Madre Águila. Pero parece que ellos no se dan cuenta y no son mejores que esos roedores y culebras que nos sirven de banquete cada día.
Se matan entre ellos sin necesidad alguna. Hay algunos entre ellos, más sensatos, pero a esos los llaman locos ilusos.
Darío Lostado
(Somos Amor)
Muy buena reflexión la del águila!. Y que razón tiene...
ResponderEliminarGracias Guillem!.