¿Quién es libre de verdad?
Hacer lo que a uno le gusta no es libertad, porque está esclavizado a su gusto.
Hacer lo que se tiene que hacer, por convicción propia, es signo de estar libre de presiones o condicionamientos extraños y la persona es auténticamente ella misma, sin la limitación de la ignorancia, el egoísmo o estímulo alguno, ajeno a la acción misma.
Sólo eres libre cuando tu acción es la realización o el desarrollo de tu naturaleza verdadera interna, de lo que tú eres y no de los impulsos individuales egotélicos de tu personalidad.
Solamente son genuinamente libres quienes han superado las pulsiones de su cuerpo y las apatencias necias y frívolas de su ego.
Al ignorar el hombre lo que es, ignora también el sentido exacto de su libertad.
Al estar identificado con su cuerpo, cree ser libre cuando este es libre. Es como moverse libremente dentro de su pequeña celda, dentro de la cárcel que él mismo se ha construido, puesto que se ha identificado y reducido a esos estrechos límites de su cuerpo y de su "ego".
No eres libre cuando hacer "lo que quieres".
Eres libre cuando expresas "lo que eres".
Cuando haces y expresas "lo que eres", tu voluntad está totalmente libre de toda presión y condicionamiento extraño y ajeno a sí mismo.
Cuando haces "lo que quieres", tu querer está frecuentemente determinado por estímulos ajenos a ti mismo.
No son la rejas de las cárceles las únicas que limitan la libertad humana.
Los instintos incontrolados, los convencionalismos sociales, las modas, las ideologías, las creencias, los hábitos físicos y mentales, los tópicos, los hábitos obsesivos, el afán de riquezas y posesiones... son las rejas más crueles y esclavizantes del hombre.
Se requiere coraje para ser libre. O mejor y más simple todavía, se necesita sabiduría, conocimiento auténtico de sí mismo.
Si tienes conciencia clara de "lo que eres", todo lo demás resulta tan insignificante e irrelevante que deja de tener atractivo alguno para el sabio y conocedor de sí mismo.
Todo aquello que es objeto de deseo apremiante y obsesivo en el hombre vulgar, resulta necio y despreciable a los ojos del sabio consciente de sí mismo.
El hombre sabio y consciente de sí se mantiene siempre en su centro, desde donde se siente libre y disponible para ir siempre en todas las direcciones.
El hombre vulgar y desconocedor de sí mismo es atraído tironeado en la dirección en que la pulsión del momento sea más fuerte que las restantes.
El hombre sabio es dueño de sí. Nada externo o ajeno a sí mismo lo inmuta. Se siente UNO con El Ser y distingue bien lo que es el Ser mismo y lo que son las formas infinitas y variables de manifestación del mismo. Sabe distinguir entre lo permanente y lo variable, "lo que es" y lo que "parece ser", lo real y lo ilusorio. Distingue con claridad El Ser y sus formas de manifestación.
El sabio es libre porque nada ajeno a sí mismo lo domina. Él conoce cada una de sus tendencias y aspiraciones y distingue bien las demandas de su ser interno de los tironeos de los instintos ciegos y los deseos obsesivos del ego necio y engreído.
Sólo el sabio conocedor de sí mismo disfruta del gran don de la libertad.
Darío Lostado
(Tu Vida Tiene Sentido)
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